Jovana Gómez.
University of Californi, Santa Barbara
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La figura de la detective: el surgimiento del Femicrime en
México
En esta ocasión, dedicaré esta ponencia a esbozar los inicios del subgénero Femicrime de manera formal en México. Mi propósito no es solo exponer el término nacido en los países escandinavos a principios del siglo XXI, sino también proponer una fórmula temprana y apropiada dentro del código narrativo del género policiaco en México. Al ser el término tan reciente, la falta de estudio formal causa algunas preocupaciones. Lo poco que se ha escrito y en lo que me baso para crear una propuesta del marco teórico que se utiliza en el femicrime proviene de dos artículos, uno publicado en el periódico El País en enero del 2014, titulado: “El ‘Femicrime’, una tendencia en alza en la novela policiaca” y el otro de un comunicado ofrecido por Ana María Villalonga Fernández titulado “El Femicrime, una etiqueta surgida de la nada”[1].
Cada artículo propone algo diferente: Por un lado, El País arguye que el femicrime expone cómo las mujeres ven, examinan y viven de una forma diferente la violencia, incluso investigan y matan distinto a los hombres. Observan con especial atención los detalles de lo cotidiano, se valen más de su intuición que de las armas y los crímenes que cometen no son tan sanguinarios. Sin embargo, el artículo no aporta una definición concreta de lo que es el femicrime. Por otro lado, Villalonga intenta crear una reflexión colectiva acerca del peligro potencial que surge de un apelativo cómo el femicrime. Sugiere que es solo algo mercantil. La académica tiene dos preocupaciones principales, la primera es, “una etiqueta no deseable puede resultar peligrosa y contribuir a malbaratar y confundir trabajos y conclusiones serios”. La segunda es que, “cualquier etiqueta que mantenga prejuicios e indefiniciones en este campo resulta claramente nociva”. Lo que percibo, sobre todo en Villalonga, es una preocupación a la falta de una descripción seria del subgénero, ya que también le preocupan los artículos y opiniones publicadas en revistas o periódicos populares que no vienen de fuentes académicas.
Antes de comenzar con mi esbozo me gustaría aclarar lo siguiente: el personaje femenino detectivesco ya existe. La primera personaje detective, Miss Gladden, en la literatura inglesa de la que se tiene registro fue creada en 1864 por Andrew Forrester en su obra The Female Detective. En España, por ejemplo, tenemos a Amaia Salazar protagonista de la trilogía del Baztán[2], escrita por Dolores Redondo. En México, tenemos a la detective María Elena creada por María Elvira Bermúdez[3]. Sin embargo, no tuvo éxito e impacto en el gremio[4]. Esto se debe a que María Elena solo resuelve casos “minúsculos”, es excluida de investigaciones y es tachada de “exagerada” esto lo exterioriza su esposo, “Bruno contestó riendo: Estás en plena novela… Personajes ocultos, ruidos extraños, ¡todo un misterio! Pero en realidad nada hay de raro o de temible en esta casa” (84).
Mi esbozo consta de algunos elementos comunes entre la narrativa policiaca mexicana actual. Elementos que servirán para seguir con la construcción teórica y narrativa del subgénero en México. Para esto, tomaré como base diversos textos de dos autores. La saga, compuesta de cuatro libros[5], de Bernardo Fernández, BEF donde la protagonista es la agente Andrea Mijangos. Y Asesinato en el Parque Sinaloa[6] de Élmer Mendoza, en donde la detective Gris Toledo se puede ver como un personaje integro. Cada narrativa cuenta con rasgos característicos del género policiaco, un lenguaje oral y popular, división en capítulos para poder acentuar la linealidad de los eventos, temas sociales, la búsqueda de personas, diálogos abruptos, entre otros. Además, me valdré de la figura detectivesca de Filiberto García, protagonista de la obra El Complot Mongol de Rafael Bernal como figura base del detective mexicano.
En Asesinato en el Parque Sinaloa la jubilación del Zurdo Mendieta se acerca y regresa una última ocasión para hacer un favor personal a su maestro en sus inicios como policía. Sin embargo, después de los traumáticos incidentes que ha sufrido, el Zurdo solo bebe y evita la realidad. Es aquí cuando Gris Toledo toma más liderazgo y lo acompaña a resolver un caso de asesinato ocurrido en el Parque Sinaloa, en los Mochis.
Lo anterior sigue los pasos del texto Tiempo de Alacranes la primera entrega de la saga de BEF. El narrador de la mayor parte del texto y el personaje por ahora principal es el Güero, un sicario viejo que está a punto de jubilarse y hace un último trabajo para su antiguo empleador. Al final del libro, el Güero, le cede la narrativa y protagonismo a la agente Andrea Mijangos, quien, de aquí en adelante se convierte en narradora autodiegética durante el resto de la saga. Al mismo modo que Filiberto García, vemos y leemos la trama y el desencadenamiento de eventos a través de la perspectiva y de la voz de Mijangos y de alguno que otro narrador poco fiable. Este acto de ceder la autoridad a una mujer, puede ser una característica del subgénero, en donde no solo surge un nuevo personaje, sino que surge una nueva perspectiva femenina. En oposición, Gris Toledo nunca tiene la oportunidad de narrar su perspectiva en primera persona; sin embargo, podríamos decir que mantiene una focalización interna. El libro lo narra mayormente el Zurdo Mendieta, el personaje principal.
Un patrón singular que he notado a lo largo de la saga de BEF, útil para continuar esbozando el subgénero, es el uso de manuales policiacos y estrategias de investigación para encontrar a Lizzy Zubiaga, la criminal en la historia. En Hielo Negro se lee cómo Mijangos toma la siguiente indicación de un manual de investigación: “ver con calma las partes para tratar de encontrar alguna megaestructura que las abarque todas y en la que se puedan establecer conexiones entre los elementos” (186). Planea, observa y sigue a Lizzy por todos lados, desde los periódicos y revistas sociales hasta por rumores que encuentra en las calles. Mijangos planea más, es más cautelosa y cuidadosa, lo cual tiene una consecuencia positiva: en cada entrega se da solo un enfrentamiento sanguinario importante, comprobando lo que dice El País, que las mujeres matan e investigan distinto y con menos violencia que sus compañeros hombres.
En el caso de Gris Toledo, se mira una detective mucho más integra y profesional. No toma alcohol ni se involucra con testigos o familiares de las víctimas y mejor utiliza su energía para resolver el caso. Una pista esencial que Toledo trae a la luz y comprueba lo anterior, proviene de la hija pequeña de una de las víctimas, “Jefe, la niña conoció a un amigo de su mamá… le dicen el Grano y usaba botas vaqueras…” (132). Toledo no solo es capaz de simpatizar con una niña por ser mujer, es capaz por el simple hecho de no estar ebria ni con resaca. Una figura como el Zurdo, oloroso a güisqui y con una resaca permanente, le sería complicado simpatizar con un infante para obtener pistas valiosas.
Se puede percibir una ligera evolución en este subgénero en cuanto a la instrucción del detective. Mijangos, como explica en Hielo Negro, tiene una preparación impresionante. Una amplia experiencia en diferentes zonas del país y departamentos policiacos. En el capítulo tres comparte su extenso currículo profesional, “Seis años en el ejército. Cuatro en la División Anti-asaltos de la Procuraduría para la región noroeste. Y ahora aquí [como judicial en la CDMX]” (30). A consecuencia de la excelente preparación y agente que es, colabora constantemente con la DEA. En la entrega Cuello Blanco es parte esencial en un operativo de la DEA en Florida, Estados Unidos. Además, es parte de las fuerzas policiacas del país y no una pistolera que contrata el gobierno para no ensuciarse las manos, así como en Filiberto García.
Gris Toledo, evoluciona un poco a la figura tradicional al no hacer su trabajo solo por un motivo o beneficio personal. Según Gabriel Trujillo Muñoz en su escrito, “Cadáveres anónimos: La narrativa policiaca mexicana y la frontera”, menciona está particular característica del detective mexicano, “buscan su propia sobrevivencia, su justicia particular … la resolución de casos tiene como motivación tanto hacer justicia como obtener su propio beneficio personal” (214). Se respalda este argumento cuando Toledo dice que primero es detective y luego esposa. Ejerce por simple y pura vocación a hacer justicia, incluso el Zurdo lo reconoce, “solo tenga más respeto por mi compañera, que, aunque usted no lo crea, todos los días se juega el pellejo por ciudadanos como usted, que no siempre lo reconocen…” (90). El mismo Zurdo ve a Toledo como una gran detective y le da el respeto y lugar que se merece. La escucha y su opinión es siempre válida y muy bien apreciada, “La detective escuchó su celular y vio sus notas, dudaba que Larissa hubiera matado a Pedro y el Zurdo estuvo de acuerdo…” (63). Acaso, ¿qué sería del Zurdo sin Gris Toledo y viceversa?
Además de la transformación gradual del detective en este subgénero, se convergen temas y espacios no tan explorados por otros autores. Por ejemplo, el lavado de dinero, el tráfico y falsificación de arte, la mujer como villana, la corrupción y dinámicas entre las agencias de justicia mexicanas y estadounidenses; capitalismo gore, subjetividades femeninas, personajes endriagos, entre otros. Ambas detectives, toman lo mejor y lo que funciona de ambos mundos, el mundo que traen los detectives como el Zurdo y García y lo moderno y metódico que ellas mismas traen a la mesa. Ahora bien, quiero hacer una pequeña aclaración y enfatizar que la agente Andrea Mijangos, así como goza de excelentes nuevas y viejas influencias de textos pioneros, también tiene algunas que resultan problemáticas. El personaje es motivado para atrapar Lizzy después del asesinato de su pareja sentimental. En otros términos, actúa debido a un beneficio y motivo personal.
Además de la figura emergente de la detective mexicana, podemos incluir en el subgénero a la sicaria y buchona. Estos nuevos personajes no solo son construcciones de un solo autor, sino que, al igual que la figura de la detective, empieza a surgir un corpus de mujeres sicarias y buchonas. Con novelas como Las mujeres matan mejor de Omar Nieto o Lady Metralla una novela de buchonas de Juan José Rodríguez, entre otras[7], empieza a surgir el prototipo de estos personajes. De un personaje femenino que, hasta cierto punto, deja de ser víctima para convertirse en victimaria. Incluso, existen similitudes entre detective y sicaria. En Las mujeres matan mejor la protagonista Celeste Ramírez, fue policía municipal, después formó parte del ejercito mexicano e incluso fue entrenada como francotirador. El amarillismo y la violencia que duerme o seda al lector y que rodea a estos seres endriagos[8] queda de lado para dar pie a la exploración de temas, problemas y espacios más importantes. Este lado del subgénero comparte, de igual manera, varios de los temas ya mencionados.
Me parece atinado esclarecer algunas bases que aún se debaten entre la crítica española: 1.) El femicrime puede ser escrito por hombres o mujeres, no debería de ser exclusivo de un solo género ya que los beneficios de tener a un hombre escribiendo desde una mirada femenina puede crear una empatía y entendimiento hacia muchos obstáculos que enfrentan muchas mujeres. 2.) Es de suma importancia que la focalización y narrativa principal o la mayor parte de esta, sea de y provenga desde una subjetividad y perspectiva femenina.
Para cerrar este primer intento de definir el femicrime en México, podemos decir lo siguiente: el Femicrime nutre el género policiaco en México al proponer la construcción de una nueva perspectiva y voz femeninas, que, a consecuencia nos llevan a otras brechas de significación. Los autores aquí considerados, empiezan a generar un cambio en las relaciones de poder, valores estéticos diferentes, en donde la mujer deja de ser el crimen y pasa a ser un agente de poder que resuelve o victimiza. En donde se le reconoce a la mujer, la capacidad de desempeñar cualquier rol social al igual que sus compañeros hombres (Villalonga 263). No es un subgénero que pueda desprestigiar o “malbaratar” al género policiaco, ya que las características narratológicas son las mismas que de cualquier novela del género. Se sigue un mismo patrón en la narración, continuidad de eventos, lenguaje oral y popular y sobretodo, el retrato de la realidad en la que vive la sociedad mexicana.
[1]Escogí estos textos por ser los más fidedignos, provenientes de fuentes serias. Además de estos dos textos, se puede consultar el siguiente: “Qué es Femicrime y por qué debería desaparecer esa palabra” en escritoras.com
[2]Trilogía: El guardián invisible, Legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta.
[3] Véase también La muerte me da de Cristina Rivera Garza, en donde aparece otra detective mexicana.
[4] Existen más “investigadoras” femeninas, sin embargo, dado a las convenciones del género policiaco no caben en el rubro de detectives. Véase Pájaros de cuentos. El cuento criminal Bajacaliforniano y sus autores intelectuales (1982-2015) de José Salvador Ruiz para conocer dichas convenciones.
[5] La saga se compone de los siguientes títulos: Tiempo de Alacranes, Hielo Negro, Cuello Blanco y Azul Cobalto.
[6] Escojo esta narrativa por ser la más reciente y por el protagonismo de Gris Toledo al acompañar al Zurdo a otra ciudad. Sin embargo, en entregas pasadas, por ejemplo, La prueba del ácido, se aprecia un protagonismo bastante importante por parte de la detective Toledo.
[7] Otras narrativas serían: Perra Brava de Orfa Alarcón y La sicaria de Polanco de Joaquín Guerrero-Casasola.
[8] El término lo he tomado del texto “Género(s) y narcocultura” de Sayak Valencia. Así es como ella lo define: “Personaje literario medieval que pertenece a los “otros”, a lo no aceptable, al enemigo… es anómalo y transgresor, combina lógica de la carencia (pobreza, fracaso, insatisfacción) y la lógica del exceso, lógica de la frustración y lógica de la heroificación masculinista, pulsión de odio y estrategia utilitaria … hacen la violencia extrema una forma de vida, de trabajo, cultura… En suma, entiendo a los sujetos endriagos como un conjunto de individuos que circunscriben una subjetividad capitalística, pasada por el filtro de las condiciones económicas globalmente precarias …” (251).
Cada artículo propone algo diferente: Por un lado, El País arguye que el femicrime expone cómo las mujeres ven, examinan y viven de una forma diferente la violencia, incluso investigan y matan distinto a los hombres. Observan con especial atención los detalles de lo cotidiano, se valen más de su intuición que de las armas y los crímenes que cometen no son tan sanguinarios. Sin embargo, el artículo no aporta una definición concreta de lo que es el femicrime. Por otro lado, Villalonga intenta crear una reflexión colectiva acerca del peligro potencial que surge de un apelativo cómo el femicrime. Sugiere que es solo algo mercantil. La académica tiene dos preocupaciones principales, la primera es, “una etiqueta no deseable puede resultar peligrosa y contribuir a malbaratar y confundir trabajos y conclusiones serios”. La segunda es que, “cualquier etiqueta que mantenga prejuicios e indefiniciones en este campo resulta claramente nociva”. Lo que percibo, sobre todo en Villalonga, es una preocupación a la falta de una descripción seria del subgénero, ya que también le preocupan los artículos y opiniones publicadas en revistas o periódicos populares que no vienen de fuentes académicas.
Antes de comenzar con mi esbozo me gustaría aclarar lo siguiente: el personaje femenino detectivesco ya existe. La primera personaje detective, Miss Gladden, en la literatura inglesa de la que se tiene registro fue creada en 1864 por Andrew Forrester en su obra The Female Detective. En España, por ejemplo, tenemos a Amaia Salazar protagonista de la trilogía del Baztán[2], escrita por Dolores Redondo. En México, tenemos a la detective María Elena creada por María Elvira Bermúdez[3]. Sin embargo, no tuvo éxito e impacto en el gremio[4]. Esto se debe a que María Elena solo resuelve casos “minúsculos”, es excluida de investigaciones y es tachada de “exagerada” esto lo exterioriza su esposo, “Bruno contestó riendo: Estás en plena novela… Personajes ocultos, ruidos extraños, ¡todo un misterio! Pero en realidad nada hay de raro o de temible en esta casa” (84).
Mi esbozo consta de algunos elementos comunes entre la narrativa policiaca mexicana actual. Elementos que servirán para seguir con la construcción teórica y narrativa del subgénero en México. Para esto, tomaré como base diversos textos de dos autores. La saga, compuesta de cuatro libros[5], de Bernardo Fernández, BEF donde la protagonista es la agente Andrea Mijangos. Y Asesinato en el Parque Sinaloa[6] de Élmer Mendoza, en donde la detective Gris Toledo se puede ver como un personaje integro. Cada narrativa cuenta con rasgos característicos del género policiaco, un lenguaje oral y popular, división en capítulos para poder acentuar la linealidad de los eventos, temas sociales, la búsqueda de personas, diálogos abruptos, entre otros. Además, me valdré de la figura detectivesca de Filiberto García, protagonista de la obra El Complot Mongol de Rafael Bernal como figura base del detective mexicano.
En Asesinato en el Parque Sinaloa la jubilación del Zurdo Mendieta se acerca y regresa una última ocasión para hacer un favor personal a su maestro en sus inicios como policía. Sin embargo, después de los traumáticos incidentes que ha sufrido, el Zurdo solo bebe y evita la realidad. Es aquí cuando Gris Toledo toma más liderazgo y lo acompaña a resolver un caso de asesinato ocurrido en el Parque Sinaloa, en los Mochis.
Lo anterior sigue los pasos del texto Tiempo de Alacranes la primera entrega de la saga de BEF. El narrador de la mayor parte del texto y el personaje por ahora principal es el Güero, un sicario viejo que está a punto de jubilarse y hace un último trabajo para su antiguo empleador. Al final del libro, el Güero, le cede la narrativa y protagonismo a la agente Andrea Mijangos, quien, de aquí en adelante se convierte en narradora autodiegética durante el resto de la saga. Al mismo modo que Filiberto García, vemos y leemos la trama y el desencadenamiento de eventos a través de la perspectiva y de la voz de Mijangos y de alguno que otro narrador poco fiable. Este acto de ceder la autoridad a una mujer, puede ser una característica del subgénero, en donde no solo surge un nuevo personaje, sino que surge una nueva perspectiva femenina. En oposición, Gris Toledo nunca tiene la oportunidad de narrar su perspectiva en primera persona; sin embargo, podríamos decir que mantiene una focalización interna. El libro lo narra mayormente el Zurdo Mendieta, el personaje principal.
Un patrón singular que he notado a lo largo de la saga de BEF, útil para continuar esbozando el subgénero, es el uso de manuales policiacos y estrategias de investigación para encontrar a Lizzy Zubiaga, la criminal en la historia. En Hielo Negro se lee cómo Mijangos toma la siguiente indicación de un manual de investigación: “ver con calma las partes para tratar de encontrar alguna megaestructura que las abarque todas y en la que se puedan establecer conexiones entre los elementos” (186). Planea, observa y sigue a Lizzy por todos lados, desde los periódicos y revistas sociales hasta por rumores que encuentra en las calles. Mijangos planea más, es más cautelosa y cuidadosa, lo cual tiene una consecuencia positiva: en cada entrega se da solo un enfrentamiento sanguinario importante, comprobando lo que dice El País, que las mujeres matan e investigan distinto y con menos violencia que sus compañeros hombres.
En el caso de Gris Toledo, se mira una detective mucho más integra y profesional. No toma alcohol ni se involucra con testigos o familiares de las víctimas y mejor utiliza su energía para resolver el caso. Una pista esencial que Toledo trae a la luz y comprueba lo anterior, proviene de la hija pequeña de una de las víctimas, “Jefe, la niña conoció a un amigo de su mamá… le dicen el Grano y usaba botas vaqueras…” (132). Toledo no solo es capaz de simpatizar con una niña por ser mujer, es capaz por el simple hecho de no estar ebria ni con resaca. Una figura como el Zurdo, oloroso a güisqui y con una resaca permanente, le sería complicado simpatizar con un infante para obtener pistas valiosas.
Se puede percibir una ligera evolución en este subgénero en cuanto a la instrucción del detective. Mijangos, como explica en Hielo Negro, tiene una preparación impresionante. Una amplia experiencia en diferentes zonas del país y departamentos policiacos. En el capítulo tres comparte su extenso currículo profesional, “Seis años en el ejército. Cuatro en la División Anti-asaltos de la Procuraduría para la región noroeste. Y ahora aquí [como judicial en la CDMX]” (30). A consecuencia de la excelente preparación y agente que es, colabora constantemente con la DEA. En la entrega Cuello Blanco es parte esencial en un operativo de la DEA en Florida, Estados Unidos. Además, es parte de las fuerzas policiacas del país y no una pistolera que contrata el gobierno para no ensuciarse las manos, así como en Filiberto García.
Gris Toledo, evoluciona un poco a la figura tradicional al no hacer su trabajo solo por un motivo o beneficio personal. Según Gabriel Trujillo Muñoz en su escrito, “Cadáveres anónimos: La narrativa policiaca mexicana y la frontera”, menciona está particular característica del detective mexicano, “buscan su propia sobrevivencia, su justicia particular … la resolución de casos tiene como motivación tanto hacer justicia como obtener su propio beneficio personal” (214). Se respalda este argumento cuando Toledo dice que primero es detective y luego esposa. Ejerce por simple y pura vocación a hacer justicia, incluso el Zurdo lo reconoce, “solo tenga más respeto por mi compañera, que, aunque usted no lo crea, todos los días se juega el pellejo por ciudadanos como usted, que no siempre lo reconocen…” (90). El mismo Zurdo ve a Toledo como una gran detective y le da el respeto y lugar que se merece. La escucha y su opinión es siempre válida y muy bien apreciada, “La detective escuchó su celular y vio sus notas, dudaba que Larissa hubiera matado a Pedro y el Zurdo estuvo de acuerdo…” (63). Acaso, ¿qué sería del Zurdo sin Gris Toledo y viceversa?
Además de la transformación gradual del detective en este subgénero, se convergen temas y espacios no tan explorados por otros autores. Por ejemplo, el lavado de dinero, el tráfico y falsificación de arte, la mujer como villana, la corrupción y dinámicas entre las agencias de justicia mexicanas y estadounidenses; capitalismo gore, subjetividades femeninas, personajes endriagos, entre otros. Ambas detectives, toman lo mejor y lo que funciona de ambos mundos, el mundo que traen los detectives como el Zurdo y García y lo moderno y metódico que ellas mismas traen a la mesa. Ahora bien, quiero hacer una pequeña aclaración y enfatizar que la agente Andrea Mijangos, así como goza de excelentes nuevas y viejas influencias de textos pioneros, también tiene algunas que resultan problemáticas. El personaje es motivado para atrapar Lizzy después del asesinato de su pareja sentimental. En otros términos, actúa debido a un beneficio y motivo personal.
Además de la figura emergente de la detective mexicana, podemos incluir en el subgénero a la sicaria y buchona. Estos nuevos personajes no solo son construcciones de un solo autor, sino que, al igual que la figura de la detective, empieza a surgir un corpus de mujeres sicarias y buchonas. Con novelas como Las mujeres matan mejor de Omar Nieto o Lady Metralla una novela de buchonas de Juan José Rodríguez, entre otras[7], empieza a surgir el prototipo de estos personajes. De un personaje femenino que, hasta cierto punto, deja de ser víctima para convertirse en victimaria. Incluso, existen similitudes entre detective y sicaria. En Las mujeres matan mejor la protagonista Celeste Ramírez, fue policía municipal, después formó parte del ejercito mexicano e incluso fue entrenada como francotirador. El amarillismo y la violencia que duerme o seda al lector y que rodea a estos seres endriagos[8] queda de lado para dar pie a la exploración de temas, problemas y espacios más importantes. Este lado del subgénero comparte, de igual manera, varios de los temas ya mencionados.
Me parece atinado esclarecer algunas bases que aún se debaten entre la crítica española: 1.) El femicrime puede ser escrito por hombres o mujeres, no debería de ser exclusivo de un solo género ya que los beneficios de tener a un hombre escribiendo desde una mirada femenina puede crear una empatía y entendimiento hacia muchos obstáculos que enfrentan muchas mujeres. 2.) Es de suma importancia que la focalización y narrativa principal o la mayor parte de esta, sea de y provenga desde una subjetividad y perspectiva femenina.
Para cerrar este primer intento de definir el femicrime en México, podemos decir lo siguiente: el Femicrime nutre el género policiaco en México al proponer la construcción de una nueva perspectiva y voz femeninas, que, a consecuencia nos llevan a otras brechas de significación. Los autores aquí considerados, empiezan a generar un cambio en las relaciones de poder, valores estéticos diferentes, en donde la mujer deja de ser el crimen y pasa a ser un agente de poder que resuelve o victimiza. En donde se le reconoce a la mujer, la capacidad de desempeñar cualquier rol social al igual que sus compañeros hombres (Villalonga 263). No es un subgénero que pueda desprestigiar o “malbaratar” al género policiaco, ya que las características narratológicas son las mismas que de cualquier novela del género. Se sigue un mismo patrón en la narración, continuidad de eventos, lenguaje oral y popular y sobretodo, el retrato de la realidad en la que vive la sociedad mexicana.
[1]Escogí estos textos por ser los más fidedignos, provenientes de fuentes serias. Además de estos dos textos, se puede consultar el siguiente: “Qué es Femicrime y por qué debería desaparecer esa palabra” en escritoras.com
[2]Trilogía: El guardián invisible, Legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta.
[3] Véase también La muerte me da de Cristina Rivera Garza, en donde aparece otra detective mexicana.
[4] Existen más “investigadoras” femeninas, sin embargo, dado a las convenciones del género policiaco no caben en el rubro de detectives. Véase Pájaros de cuentos. El cuento criminal Bajacaliforniano y sus autores intelectuales (1982-2015) de José Salvador Ruiz para conocer dichas convenciones.
[5] La saga se compone de los siguientes títulos: Tiempo de Alacranes, Hielo Negro, Cuello Blanco y Azul Cobalto.
[6] Escojo esta narrativa por ser la más reciente y por el protagonismo de Gris Toledo al acompañar al Zurdo a otra ciudad. Sin embargo, en entregas pasadas, por ejemplo, La prueba del ácido, se aprecia un protagonismo bastante importante por parte de la detective Toledo.
[7] Otras narrativas serían: Perra Brava de Orfa Alarcón y La sicaria de Polanco de Joaquín Guerrero-Casasola.
[8] El término lo he tomado del texto “Género(s) y narcocultura” de Sayak Valencia. Así es como ella lo define: “Personaje literario medieval que pertenece a los “otros”, a lo no aceptable, al enemigo… es anómalo y transgresor, combina lógica de la carencia (pobreza, fracaso, insatisfacción) y la lógica del exceso, lógica de la frustración y lógica de la heroificación masculinista, pulsión de odio y estrategia utilitaria … hacen la violencia extrema una forma de vida, de trabajo, cultura… En suma, entiendo a los sujetos endriagos como un conjunto de individuos que circunscriben una subjetividad capitalística, pasada por el filtro de las condiciones económicas globalmente precarias …” (251).