Rodrigo Figueroa Obregón.
Eastern New Mexico University
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Espacio urbano, crimen e investigación en Regreso a la
misma ciudad y bajo la lluvia de Paco Ignacio Taibo II y O
silêncio da chuva de Luiz Alfredo Garcia-Roza
En su estudio seminal sobre el género negro, Mempo Giardinelli afirma que éste es la contraparte urbana de la novela del Far West (32). Mientras ésta se desarrolla primordialmente en ambientes rurales del suroeste estadounidense, aquél tiene lugar en las grandes ciudades, como Los Ángeles en el caso de Raymond Chandler. Pocas son las novelas del género negro que no se desarrollan en ciudades o ligadas de alguna forma u otra a ellas. El propio Giardinelli se pregunta: “¿Acaso no es verdad que la conquista del Oeste norteamericano es la historia misma de la implantación del capitalismo en América?” (34). La pregunta y sus posibles respuestas son demasiado complejas, pero para Giardinelli es una cuestión meramente retórica. Sin embargo, habría que preguntarse a qué estado del capitalismo y a qué parte de América se refiere.
Si hacemos la pregunta de Giardinelli más específica, se puede reformular una cuestión pujante de la crítica latinoamericana. Es decir, si entendemos el advenimiento del capitalismo industrial al continente americano como un fenómeno común (aunque desigual) a todos los países, entonces podemos afirmar que la literatura del género negro es efectivamente un fenómeno urbano (de la ciudad industrial) y no uno cultural, dividido entre sajones y latinos, como algunos críticos han postulado. Ernest Mandel (46) afirma que la llegada de la novela de misterio a las ciudades estadounidenses (desde el Reino Unido) dio la novela negra por la violencia de éstas. Esta postura también la sostiene Luis Martín Cabrera (55) al afirmar que la violencia de las ciudades estadounidenses no permitió relegar el crimen a las afueras de la ciudad, sino que tuvo que tomarlo como algo intrínseco al espacio urbano. En este sentido: “The problem with a capitalist society, such as the United States in the 1940s, is that the transgression of the legal order has been completely naturalized as a normal function of the economy” (Martín Cabrera 55).
Dicho lo anterior, parece sumamente pertinente analizar la novela policiaca como literatura urbana, entendida desde la perspectiva del capitalismo industrial, lo cual nos permite examinar tanto el género negro de Estados Unidos y Europa como el latinoamericano. Así, la lectura que se propone aquí es la aplicación de la idea del derecho a la ciudad, como la propone Henri Lefebvre y la amplía David Harvey, a las obras Regreso a la misma ciudad y bajo la misma lluvia (1989) de Paco Ignacio Taibo II y O silêncio da chuva (1996) de Luiz Alfredo Garcia-Roza. En ambos casos, aunque de diferente manera, como se propone en este trabajo, la relación entre el detective, el crimen y la Ciudad de México y Rio de Janeiro respectivamente es la característica fundamental de la novela negra, lejana ya en cierto modo de la novela de cuarto cerrado.
Lefebvre propone que el espacio urbano tiene como propiedad formal ser vehículo de información y bienes (170). La ciudad del capitalismo industrial (y, sin duda alguna, también la del neoliberalismo) pasa de tener este rol meramente formal a hacerlo el centro y la razón de su ser social. De ahí que el habitante de la ciudad, o al menos aquel que no posee los medios de producción o de información, se sienta alienado en su propio medio, en su propio espacio (Busquet 2). El proceso de urbanización, según David Harvey (42), requiere desplazar poblaciones enteras y fragmentar sus nexos sociales para poder hacer que los bienes fluyan con mayor facilidad y aumentar así la acumulación de capital. Es con este tipo de ciudad con la que se enfrentan Héctor Belascoarán Shayne y el inspector Espinosa.
Persephone Braham afirma que “Héctor Belascoarán Shayne rejects ratiocination, offering his physical body as both a catalyst and a stage of the battle between good and evil” (81). Para evitar el campo de la moral, podemos afirmar que el cuerpo de Belascoarán es, al igual que la ciudad, el campo de batalla entre las fuerzas del capital y los pobladores de ésta. David Schmid lo dice con mucha claridad: “Belascoarán’s individualism, the fact that he is not connected to any institutions (state, private, or otherwise) is meant to indicate an ethical stance against corruption in all its forms, rather than his isolation or ineffectuality” (26). Y podríamos decir que no es solamente una postura ética, que sí lo es, sino que es también el alejamiento de las instituciones que sirven a la acumulación de capital a través de una serie de formas de violencia de Estado. En ese sentido, el inspector Espinosa, aunque es parte de una corporación policial, afirma que “os policiais nem seimpre são honestos” (Garcia-Roza 36). A lo largo de la novela, Espinosa cuestiona constantemente la relación entre la persona que quiere asesinarlo y sus compañeros policías.
En ambos casos, el detective elige la ciudad como su medio. Espinosa pasea en la Plaza Mauá para pensar en el crimen que está investigando: “Poucas pessoas considerariam a praça Mauá um lugar adequado à reflexão, exceto ele e os mendigos […], prostitutas, punguistas, bêbados e drogados, anões do submundo portuário” (Garcia-Roza 13). De ahí que sea difícil concordar con Natalia Jacovkis cuando afirma que “uno de los rasgos que se repite en estas narraciones [de Garcia-Roza] es la representación de la ciudad de Rio de Janeiro como un espacio armónico y sin violencia” (77). Por ello es más acertado afirmar que las novelas de Garcia-Roza suceden “numa etapa do desenvolvimento do crimen, no Brasil, em que ele já atingiu a maioridade, invadindo todas as atividades económicas e instituções políticas” (Pellegrini 155). Espinosa elige la ciudad del lumpen-proletariado, pues constantemente menciona que el mundo al que pertenece la esposa de la víctima, Bia Vasconcelos, no lo acepta. Hasta Max, el criminal de poca monta que iba a robar a Ricardo Carvalho antes de que este se suicidara, sabe que cierta parte de la ciudad no lo acepta, lo excluye: “Não tinha quaisquer escrúpulos em roubar os ricos da zona sul, sabia que perderiam apenas o dinheiro que tinham no bolso e alguma joia o relógio, o mundo se encarregaria de repor o que fora roubado” (Garcia-Roza 79). El mundo del que habla el narrador es la ciudad del capitalismo industrial, cuyo desbalance no solamente le restituye al rico de la zona sur las minucias de las que fue desposeído, sino que le entrega con creces los frutos de la clase trabajadora.
El caso de Belascoarán no es muy diferente. En Días de combate (1976), la primera novela de la saga de este detective, nos enteramos de que anteriormente era un capataz en una fábrica y su hermano trabajo con sindicatos. Como se mencionó anteriormente, Belascoarán toma una posición ética al distanciarse de las instituciones policiales y gubernamentales, las cuales a lo largo de la saga son, en muchos casos, el origen del crimen que presentan las novelas. El detective ama la ciudad, la recorre constantemente, y se encuentra a disgusto cuando sale de ella (a Texcoco, a Acapulco, a Ciudad Juárez, entre otros). Sin embargo, el narrador y el propio detective están muy conscientes de la problemática profunda de la ciudad:
La ciudad que uno posee no es la que otros tienen. […] Vivimos ciudades diferentes, hiladas por los abusos del poder y el miedo, la corrupción y la eterna amenaza del descenso a la selva, que oculta en los rostros del sistema, se asoma regularmente para recordarnos que somos frágiles, que estamos solos, que un día seremos pasto de zopilotes. O que un día todo habrá de jugarse en un volado, a lo western, a lo duelo en la calle mayor: ellos o nosotros. (Taibo 522)
Las ciudades de ellos y nosotros están unidas por el miedo, por la inminencia de la lucha de clases. ¿Cómo responder a estas ciudades unidas por el miedo?
El miedo de los habitantes toma una forma muy concreta: el crimen. Haciendo a un lado la abstracción de la violencia urbana capitalista que desplaza poblaciones y las excluye de su derecho a la ciudad, el crimen cotidiano es lo que encarna el miedo amorfo de la población. La rebelión de las masas y la exclusión del proletariado se justifica a través del asesinato tras un robo por parte del ladrón o de la muerte en “legítima” defensa de un muchacho que roba un par de monedas. Esas formas concretas de violencia justificarían la violencia a lo western. Y, sin embargo, en los casos de Garcia-Roza y Belascoarán, el crimen toma formas muy particulares.
En el caso del autor brasileño, la primera escena con la que se encuentra el lector en la novela narra: “Assim que terminou [de fumar], fechou novamente os vidros, abriu a pasta, retirou o revólver, encostou o cano na têmpora direita e puxou o gatilho” (Garcia-Roza 12). De este modo, el lector sabe desde antes de que empiece formalmente la investigación cuál es la realidad del crimen: no hay tal, pues Ricardo Carvalho se suicidó. Espinosa investiga el crimen, pero los lectores ya saben hacia dónde va la investigación y su infructuosidad. El caso de Belascoarán Shayne es todavía más extremo: mientras que en otras novelas tiene que investigar un crimen y encontrar a los culpables, en Regreso a la misma ciudad y bajo la misma lluvia se convierte en un mercenario: “Lo tienes que chingar [a Luke Medina], para mí. Viene a México la próxima semana” (526). El hecho de que Medina sea parte del éxodo cubano y esté implicado en el tráfico de drogas y armas para financiar los escuadrones de la muerte anticomunistas en Centroamérica es solamente circunstancial, es información de la que se entera durante su pesquisa. De ahí se puede afirmar que “Héctor Belascoarán Shayne stretches the hard-boiled role to its logical extreme: the hard-boiled detective as terrorist” (Braham 83). Pero, aunque esta información sea circunstancial, es lo que motiva en realidad al detective. La venganza personal de su clienta parece importarle poco, pero no hay crimen que resolver, solamente hay alguien a quien chingarse.
La idea de Belascoarán como terrorista es interesante y provocativa. La propia Braham dice que “the detective novel functions as an intrachronicle: an unofficial, parallel history of the Mexican people” (84). La novela, de este modo, funciona como una reescritura de la historia oficial de México. Es también una reescritura de la ciudad, pues elige el narrador dónde narrar y cómo describir. Dice el narrador que el “DF [es] la ciudad más grande del mundo a costa de sí misma, el mayor cementerio de sueños” (Taibo II 536) y, sin embargo, es la ciudad en la que el sueño quijotesco de Belascoarán tiene lugar, en donde puede morir en una novela y ser resucitado en otra sólo por el deseo explícito del autor. Dice Braham: “Beyond his own self-defense, Belascoarán’s violent acts appropriate this institutional barbarism and reorganize it on an individual level, in the same way that his individualized historial investigations aim to recover history from textbooks written by the power elite” (91-2). De este modo, la violencia de Belascoarán pretenden confrontar fuego con fuego en un país donde “ya sólo quedaba la justicia apache” (Taibo II 561). Pero desde la primera novela de la saga, PIT II parece tener muy claro que su personaje está destinado al fracaso: “PIT II is brutally honest about how much, or rather how little, Belascoarán is able to change about his society. […] How can a single and ineffective ‘independent detective’ persuasively map something as overdetermined and far-reaching as the relationship beween globalization and crime?” (Schmid 27). De ahí que el narrador diga: “La ciudad que había sido suya se había escapado hacia la nada en algún momento de los últimos meses. No se puede volver a lo que no existe, aunque sí se puede añorar lo que se tuvo” (Taibo II 574).
De acuerdo con Vera Lúcia de Figueiredo (22) lo que caracteriza al detective del género negro es el paso del raciocinio a la acción. En el caso de Belascoarán, es fácil ver esto en su rol como terrorista contra el capital y el Estado que lo sirve. Sin embargo, es más difícil notarlo en el caso de Espinosa, quien es parte de los cuerpos policiales, aunque los critique y cuestione. Espinosa trabaja para el sistema; su misión de recuperar la ciudad parece más paradójica que en el caso de Belascoarán. Esta relación dual con la ciudad y las instituciones es también una relación que Garcia-Roza tiene con el género literario: “Percebemos em Espinosa traços do detetive de enigma, como a presença do pensamento lógico como meio de alcançar a verdade. [Ele] não pode ser considerado um detetive de enigma, tampouco um detetive noir, mas uma reescritura desses modelos” (Rodiguez 17). Paiva Padrão llama el estilo de O silêncio da chuva “fusão dos cânones” (114). De este modo, vemos a Espinosa constantemente elucubrando hipótesis lógicas sobre las posibilidades del crimen (aunque el lector ya sabe que no hay crimen) y, a la vez, recorriendo la ciudad y sufriendo los ataques de las fuerzas criminales: “Ele já estava na mitade da quadra quando o motorista percebeu minha intenção. Acelerou, botou um braço para fora e tive tempo apenas de pular para tras enquanto tentava sacar a arma. Disparou uma vez” (Garcia-Roza 135). Aunque los ataques de los criminales no dañan directamente el cuerpo de Espinosa, éste no se libra de algunos gajes del oficio: “As dores de estômago transformaram-se em contrações intestinais. Impossível ir ao banheiro. Nada mais grotesco e desmoralizante do que o policial de vigília ser surpreendido pelo bandido, sentado na privada. Em pouco tempo todo o meu ser estava voltado para o intestino” (Garcia-Roza 192). El cuerpo reproduce los dolores de la ciudad.
A diferencia del flâneur de Benjamin, Espinosa “gostava do movimiento intenso nas calçadas, sentía-se completamente diluído et mesclado àquela massa de gente desconhecida. […] Nas vitrines das lojas, nada o atraía; era um sobrevivente, não um consumista” (Garcia-Roza 80). La relación de Espinosa con Rio de Janeiro es la de la masa popular, la del lumpen-proletariado, como se dijo anteriormente, pero el crimen que intenta resolver no es tal y lo único que logrará es que la aseguradora le dé o no un millón de dólares a Bia Vasconcelos. Quédese quien se quede con ese dinero, es la clase alta la que gana, mientras que los pobres del norte de la ciudad no reciben más que violencia: “O corpo estava sentado e amarrado a uma das cadeiras da mesa de jantar; um dos braços, livre, pendia al longo do corpo. Estava amordaçada com uma echarpe. Morrera enforcada com as cordas de náilon arrancadas do secador de roupas. […] Três dedos tiham sido cortados” (Garcia-Roza 116). Ésta es la madre de Rose, mientras que se dice del cadáver de Max: “O corpo está carbonizado, impossível a identificação” (Garcia-Roza 155).
Al igual que en Taibo II, la ciudad de Garcia-Roza mantiene sus diferentes ciudades aisladas: “O que tem a ver um rico executivo de uma multinacional, uma velha pensionista da zona norte e um malandro punguista do suburbio? Nada, nem acideltalmente essas três pessoas cruzariam seus passos” (Garcia-Roza 209). Y a pesar de que esta exclusión existe y Espinosa la vive literalmente en sus entrañas, toma un giro irónico al final del libro: “Aquela carta valia um milhão de dólares para Bia Vasconcelos ou para a companhia de seguros. Das quatro pessoas que sabiam do seu conteúdo, duas estavam mortas e uma estava, até não se sabe quando, semimorta. Cabia a Espinosa decidir sobre o destino que daria a ela. Olhou longamente para o envelope. Preferia não fazê-lo” (Garcia-Roza 243). La respuesta de Bartleby, con múltiples implicaciones en este contexto, enfatiza la importancia de la inacción dentro de un sistema injusto o la imposibilidad de cualquier acción real.
Sea cual sea la interpretación que se le dé, los casos de Taibo II y Garcia-Roza recalcan la imposibilidad de la acción individual frente a la ocupación de la ciudad por las fuerzas del capital. El autor brasileño propone que la inacción ante la injusticia puede ser salvadora, mientras que el mexicano es mucho más pesimista al respecto y a su detective no le queda más que perder la ciudad e ir perdiendo su cuerpo y su oficio.
Obras Citadas
Braham, Persephone. Crimes against the State, Crimes against Persons: Detective Fiction in Cuba and Mexico. Minneapolis, U of Minnesota P, 2004.
Busquet, Grégory. “L’espace politique chez Henri Lefebvre : l’idéologie et l’utopie”. Justice spatiale, vol. 5, 2013, pp. 1-11.
Figueiredo, Vera Lúcia Follain de. “O assassino é o leitor”. Revista Matraga, vol. 2, no. 4-5, 1988, pp. 9-20.
Garcia-Roza, Luiz Alfredo. O silêncio da chuva. São Paulo, Companhia das Letras, 2012.
Giardinelli, Mempo. El género negro. Orígenes y evolución de la litertura policial y su influencia en Latinoamérica. Buenos Aires, Capital Intelectual, 2013.
Harvey, David. Rebel Cities. From the Right to the City to Urban Revolution. London, Verso, 2012.
Jacovkis, Natalia. “El extraño caso del Dr. Nesse: ambigüedad y desestabilización del espacio urbano de Rio de Janeiro en Perseguido (2003), de Luiz Alfredo Garcia-Roza”. Studies in Latin American Popular Culture, vol. 30, 2012, pp. 76-93.
Lefebvre, Henri. State, Space, World: Selected Essays. Minneapolis, U of Minnesota P, 2009.
Mandel, Ernest. Delightful Murder: A Social History of the Crime Story. Minneapolis, U of Minnesota P, 1986.
Martín Cabrera, Luis. Radical Justice: Spain and the Southern Cone Beyond Market and State. Lanham, Bucknell UP, 2011.
Paiva Padrão, Andréa Lúcia. Poética do mistério e retórica da violencia no romance policial: cânones, ruptura e fusão, diss. Florianópolis, U Federal de Santa Catarina, 2002.
Pellegrini, Tânia. Despropósitos: estudos de ficção brasileira contemporânea. São Paulo, Annablume; Fapesp, 2008.
Rodiguez Nebias, Marta Maria. “A reinvenção do detetive em tempos pós-utópicos”. Fólio – Revista de letras, vol. 2, no. 2, 2010, pp. 9-20.
Schmid, David. “The Bad and the Evil: Justice in the Novels of Paco Ignacio Taibo II”. Globalization and the State in Contemporary Crime Fiction. Ed. David Schmid. London, Palgrave Macmillan, 2016, pp. 21-38.
Taibo II, Paco Ignacio. No habrá final feliz. La serie completa de Héctor Belascoarán Shayne. Nueva York, Harper, 2009.
Si hacemos la pregunta de Giardinelli más específica, se puede reformular una cuestión pujante de la crítica latinoamericana. Es decir, si entendemos el advenimiento del capitalismo industrial al continente americano como un fenómeno común (aunque desigual) a todos los países, entonces podemos afirmar que la literatura del género negro es efectivamente un fenómeno urbano (de la ciudad industrial) y no uno cultural, dividido entre sajones y latinos, como algunos críticos han postulado. Ernest Mandel (46) afirma que la llegada de la novela de misterio a las ciudades estadounidenses (desde el Reino Unido) dio la novela negra por la violencia de éstas. Esta postura también la sostiene Luis Martín Cabrera (55) al afirmar que la violencia de las ciudades estadounidenses no permitió relegar el crimen a las afueras de la ciudad, sino que tuvo que tomarlo como algo intrínseco al espacio urbano. En este sentido: “The problem with a capitalist society, such as the United States in the 1940s, is that the transgression of the legal order has been completely naturalized as a normal function of the economy” (Martín Cabrera 55).
Dicho lo anterior, parece sumamente pertinente analizar la novela policiaca como literatura urbana, entendida desde la perspectiva del capitalismo industrial, lo cual nos permite examinar tanto el género negro de Estados Unidos y Europa como el latinoamericano. Así, la lectura que se propone aquí es la aplicación de la idea del derecho a la ciudad, como la propone Henri Lefebvre y la amplía David Harvey, a las obras Regreso a la misma ciudad y bajo la misma lluvia (1989) de Paco Ignacio Taibo II y O silêncio da chuva (1996) de Luiz Alfredo Garcia-Roza. En ambos casos, aunque de diferente manera, como se propone en este trabajo, la relación entre el detective, el crimen y la Ciudad de México y Rio de Janeiro respectivamente es la característica fundamental de la novela negra, lejana ya en cierto modo de la novela de cuarto cerrado.
Lefebvre propone que el espacio urbano tiene como propiedad formal ser vehículo de información y bienes (170). La ciudad del capitalismo industrial (y, sin duda alguna, también la del neoliberalismo) pasa de tener este rol meramente formal a hacerlo el centro y la razón de su ser social. De ahí que el habitante de la ciudad, o al menos aquel que no posee los medios de producción o de información, se sienta alienado en su propio medio, en su propio espacio (Busquet 2). El proceso de urbanización, según David Harvey (42), requiere desplazar poblaciones enteras y fragmentar sus nexos sociales para poder hacer que los bienes fluyan con mayor facilidad y aumentar así la acumulación de capital. Es con este tipo de ciudad con la que se enfrentan Héctor Belascoarán Shayne y el inspector Espinosa.
Persephone Braham afirma que “Héctor Belascoarán Shayne rejects ratiocination, offering his physical body as both a catalyst and a stage of the battle between good and evil” (81). Para evitar el campo de la moral, podemos afirmar que el cuerpo de Belascoarán es, al igual que la ciudad, el campo de batalla entre las fuerzas del capital y los pobladores de ésta. David Schmid lo dice con mucha claridad: “Belascoarán’s individualism, the fact that he is not connected to any institutions (state, private, or otherwise) is meant to indicate an ethical stance against corruption in all its forms, rather than his isolation or ineffectuality” (26). Y podríamos decir que no es solamente una postura ética, que sí lo es, sino que es también el alejamiento de las instituciones que sirven a la acumulación de capital a través de una serie de formas de violencia de Estado. En ese sentido, el inspector Espinosa, aunque es parte de una corporación policial, afirma que “os policiais nem seimpre são honestos” (Garcia-Roza 36). A lo largo de la novela, Espinosa cuestiona constantemente la relación entre la persona que quiere asesinarlo y sus compañeros policías.
En ambos casos, el detective elige la ciudad como su medio. Espinosa pasea en la Plaza Mauá para pensar en el crimen que está investigando: “Poucas pessoas considerariam a praça Mauá um lugar adequado à reflexão, exceto ele e os mendigos […], prostitutas, punguistas, bêbados e drogados, anões do submundo portuário” (Garcia-Roza 13). De ahí que sea difícil concordar con Natalia Jacovkis cuando afirma que “uno de los rasgos que se repite en estas narraciones [de Garcia-Roza] es la representación de la ciudad de Rio de Janeiro como un espacio armónico y sin violencia” (77). Por ello es más acertado afirmar que las novelas de Garcia-Roza suceden “numa etapa do desenvolvimento do crimen, no Brasil, em que ele já atingiu a maioridade, invadindo todas as atividades económicas e instituções políticas” (Pellegrini 155). Espinosa elige la ciudad del lumpen-proletariado, pues constantemente menciona que el mundo al que pertenece la esposa de la víctima, Bia Vasconcelos, no lo acepta. Hasta Max, el criminal de poca monta que iba a robar a Ricardo Carvalho antes de que este se suicidara, sabe que cierta parte de la ciudad no lo acepta, lo excluye: “Não tinha quaisquer escrúpulos em roubar os ricos da zona sul, sabia que perderiam apenas o dinheiro que tinham no bolso e alguma joia o relógio, o mundo se encarregaria de repor o que fora roubado” (Garcia-Roza 79). El mundo del que habla el narrador es la ciudad del capitalismo industrial, cuyo desbalance no solamente le restituye al rico de la zona sur las minucias de las que fue desposeído, sino que le entrega con creces los frutos de la clase trabajadora.
El caso de Belascoarán no es muy diferente. En Días de combate (1976), la primera novela de la saga de este detective, nos enteramos de que anteriormente era un capataz en una fábrica y su hermano trabajo con sindicatos. Como se mencionó anteriormente, Belascoarán toma una posición ética al distanciarse de las instituciones policiales y gubernamentales, las cuales a lo largo de la saga son, en muchos casos, el origen del crimen que presentan las novelas. El detective ama la ciudad, la recorre constantemente, y se encuentra a disgusto cuando sale de ella (a Texcoco, a Acapulco, a Ciudad Juárez, entre otros). Sin embargo, el narrador y el propio detective están muy conscientes de la problemática profunda de la ciudad:
La ciudad que uno posee no es la que otros tienen. […] Vivimos ciudades diferentes, hiladas por los abusos del poder y el miedo, la corrupción y la eterna amenaza del descenso a la selva, que oculta en los rostros del sistema, se asoma regularmente para recordarnos que somos frágiles, que estamos solos, que un día seremos pasto de zopilotes. O que un día todo habrá de jugarse en un volado, a lo western, a lo duelo en la calle mayor: ellos o nosotros. (Taibo 522)
Las ciudades de ellos y nosotros están unidas por el miedo, por la inminencia de la lucha de clases. ¿Cómo responder a estas ciudades unidas por el miedo?
El miedo de los habitantes toma una forma muy concreta: el crimen. Haciendo a un lado la abstracción de la violencia urbana capitalista que desplaza poblaciones y las excluye de su derecho a la ciudad, el crimen cotidiano es lo que encarna el miedo amorfo de la población. La rebelión de las masas y la exclusión del proletariado se justifica a través del asesinato tras un robo por parte del ladrón o de la muerte en “legítima” defensa de un muchacho que roba un par de monedas. Esas formas concretas de violencia justificarían la violencia a lo western. Y, sin embargo, en los casos de Garcia-Roza y Belascoarán, el crimen toma formas muy particulares.
En el caso del autor brasileño, la primera escena con la que se encuentra el lector en la novela narra: “Assim que terminou [de fumar], fechou novamente os vidros, abriu a pasta, retirou o revólver, encostou o cano na têmpora direita e puxou o gatilho” (Garcia-Roza 12). De este modo, el lector sabe desde antes de que empiece formalmente la investigación cuál es la realidad del crimen: no hay tal, pues Ricardo Carvalho se suicidó. Espinosa investiga el crimen, pero los lectores ya saben hacia dónde va la investigación y su infructuosidad. El caso de Belascoarán Shayne es todavía más extremo: mientras que en otras novelas tiene que investigar un crimen y encontrar a los culpables, en Regreso a la misma ciudad y bajo la misma lluvia se convierte en un mercenario: “Lo tienes que chingar [a Luke Medina], para mí. Viene a México la próxima semana” (526). El hecho de que Medina sea parte del éxodo cubano y esté implicado en el tráfico de drogas y armas para financiar los escuadrones de la muerte anticomunistas en Centroamérica es solamente circunstancial, es información de la que se entera durante su pesquisa. De ahí se puede afirmar que “Héctor Belascoarán Shayne stretches the hard-boiled role to its logical extreme: the hard-boiled detective as terrorist” (Braham 83). Pero, aunque esta información sea circunstancial, es lo que motiva en realidad al detective. La venganza personal de su clienta parece importarle poco, pero no hay crimen que resolver, solamente hay alguien a quien chingarse.
La idea de Belascoarán como terrorista es interesante y provocativa. La propia Braham dice que “the detective novel functions as an intrachronicle: an unofficial, parallel history of the Mexican people” (84). La novela, de este modo, funciona como una reescritura de la historia oficial de México. Es también una reescritura de la ciudad, pues elige el narrador dónde narrar y cómo describir. Dice el narrador que el “DF [es] la ciudad más grande del mundo a costa de sí misma, el mayor cementerio de sueños” (Taibo II 536) y, sin embargo, es la ciudad en la que el sueño quijotesco de Belascoarán tiene lugar, en donde puede morir en una novela y ser resucitado en otra sólo por el deseo explícito del autor. Dice Braham: “Beyond his own self-defense, Belascoarán’s violent acts appropriate this institutional barbarism and reorganize it on an individual level, in the same way that his individualized historial investigations aim to recover history from textbooks written by the power elite” (91-2). De este modo, la violencia de Belascoarán pretenden confrontar fuego con fuego en un país donde “ya sólo quedaba la justicia apache” (Taibo II 561). Pero desde la primera novela de la saga, PIT II parece tener muy claro que su personaje está destinado al fracaso: “PIT II is brutally honest about how much, or rather how little, Belascoarán is able to change about his society. […] How can a single and ineffective ‘independent detective’ persuasively map something as overdetermined and far-reaching as the relationship beween globalization and crime?” (Schmid 27). De ahí que el narrador diga: “La ciudad que había sido suya se había escapado hacia la nada en algún momento de los últimos meses. No se puede volver a lo que no existe, aunque sí se puede añorar lo que se tuvo” (Taibo II 574).
De acuerdo con Vera Lúcia de Figueiredo (22) lo que caracteriza al detective del género negro es el paso del raciocinio a la acción. En el caso de Belascoarán, es fácil ver esto en su rol como terrorista contra el capital y el Estado que lo sirve. Sin embargo, es más difícil notarlo en el caso de Espinosa, quien es parte de los cuerpos policiales, aunque los critique y cuestione. Espinosa trabaja para el sistema; su misión de recuperar la ciudad parece más paradójica que en el caso de Belascoarán. Esta relación dual con la ciudad y las instituciones es también una relación que Garcia-Roza tiene con el género literario: “Percebemos em Espinosa traços do detetive de enigma, como a presença do pensamento lógico como meio de alcançar a verdade. [Ele] não pode ser considerado um detetive de enigma, tampouco um detetive noir, mas uma reescritura desses modelos” (Rodiguez 17). Paiva Padrão llama el estilo de O silêncio da chuva “fusão dos cânones” (114). De este modo, vemos a Espinosa constantemente elucubrando hipótesis lógicas sobre las posibilidades del crimen (aunque el lector ya sabe que no hay crimen) y, a la vez, recorriendo la ciudad y sufriendo los ataques de las fuerzas criminales: “Ele já estava na mitade da quadra quando o motorista percebeu minha intenção. Acelerou, botou um braço para fora e tive tempo apenas de pular para tras enquanto tentava sacar a arma. Disparou uma vez” (Garcia-Roza 135). Aunque los ataques de los criminales no dañan directamente el cuerpo de Espinosa, éste no se libra de algunos gajes del oficio: “As dores de estômago transformaram-se em contrações intestinais. Impossível ir ao banheiro. Nada mais grotesco e desmoralizante do que o policial de vigília ser surpreendido pelo bandido, sentado na privada. Em pouco tempo todo o meu ser estava voltado para o intestino” (Garcia-Roza 192). El cuerpo reproduce los dolores de la ciudad.
A diferencia del flâneur de Benjamin, Espinosa “gostava do movimiento intenso nas calçadas, sentía-se completamente diluído et mesclado àquela massa de gente desconhecida. […] Nas vitrines das lojas, nada o atraía; era um sobrevivente, não um consumista” (Garcia-Roza 80). La relación de Espinosa con Rio de Janeiro es la de la masa popular, la del lumpen-proletariado, como se dijo anteriormente, pero el crimen que intenta resolver no es tal y lo único que logrará es que la aseguradora le dé o no un millón de dólares a Bia Vasconcelos. Quédese quien se quede con ese dinero, es la clase alta la que gana, mientras que los pobres del norte de la ciudad no reciben más que violencia: “O corpo estava sentado e amarrado a uma das cadeiras da mesa de jantar; um dos braços, livre, pendia al longo do corpo. Estava amordaçada com uma echarpe. Morrera enforcada com as cordas de náilon arrancadas do secador de roupas. […] Três dedos tiham sido cortados” (Garcia-Roza 116). Ésta es la madre de Rose, mientras que se dice del cadáver de Max: “O corpo está carbonizado, impossível a identificação” (Garcia-Roza 155).
Al igual que en Taibo II, la ciudad de Garcia-Roza mantiene sus diferentes ciudades aisladas: “O que tem a ver um rico executivo de uma multinacional, uma velha pensionista da zona norte e um malandro punguista do suburbio? Nada, nem acideltalmente essas três pessoas cruzariam seus passos” (Garcia-Roza 209). Y a pesar de que esta exclusión existe y Espinosa la vive literalmente en sus entrañas, toma un giro irónico al final del libro: “Aquela carta valia um milhão de dólares para Bia Vasconcelos ou para a companhia de seguros. Das quatro pessoas que sabiam do seu conteúdo, duas estavam mortas e uma estava, até não se sabe quando, semimorta. Cabia a Espinosa decidir sobre o destino que daria a ela. Olhou longamente para o envelope. Preferia não fazê-lo” (Garcia-Roza 243). La respuesta de Bartleby, con múltiples implicaciones en este contexto, enfatiza la importancia de la inacción dentro de un sistema injusto o la imposibilidad de cualquier acción real.
Sea cual sea la interpretación que se le dé, los casos de Taibo II y Garcia-Roza recalcan la imposibilidad de la acción individual frente a la ocupación de la ciudad por las fuerzas del capital. El autor brasileño propone que la inacción ante la injusticia puede ser salvadora, mientras que el mexicano es mucho más pesimista al respecto y a su detective no le queda más que perder la ciudad e ir perdiendo su cuerpo y su oficio.
Obras Citadas
Braham, Persephone. Crimes against the State, Crimes against Persons: Detective Fiction in Cuba and Mexico. Minneapolis, U of Minnesota P, 2004.
Busquet, Grégory. “L’espace politique chez Henri Lefebvre : l’idéologie et l’utopie”. Justice spatiale, vol. 5, 2013, pp. 1-11.
Figueiredo, Vera Lúcia Follain de. “O assassino é o leitor”. Revista Matraga, vol. 2, no. 4-5, 1988, pp. 9-20.
Garcia-Roza, Luiz Alfredo. O silêncio da chuva. São Paulo, Companhia das Letras, 2012.
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